Comunicarse
con una persona exclusivamente con los ojos no es muy común de experimentar, y justamente
por lo mismo, es algo realmente grandioso. Es saber qué está pensando esa otra
persona cuando cruzan miradas. El feedback
del mensaje enviado y codificado retorna por el mismo canal y de la misma
manera, sensorialmente. El nivel de entendimiento
de ambas personas es cuasi absoluto en la mayoría de casos y situaciones.
Mi
hermano Christiano es un ejemplo, juntos resolvemos problemas sin emitir palabra alguna. Miradas certeras y un timing perfecto da solución a
situaciones incómodas o de tensión o de policías y aeropuertos. Sin importar el
idioma que se hable salimos ganadores.
“El
fede”, más que primo, hermano. Compañero de aventuras, socio cósmico silencioso,
cómplice infaltable de escritos, frases y cuentos fantásticos. Llegar a un
acuerdo solo con miradas fugaces es un hobbie
que practicamos seguido, acompañados
de un piano vecino que colma de música cada ocasión.
K.
Prima, hermana, amiga y enlazadora de mundos. Juntos tenemos una capacidad exquisita
para intuir lo que sucede a nuestro alrededor. Donde nos encontremos, bastan
unos instantes para decidir si nos vamos a ningún otro lugar y resolvemos el
apuro con vino o con vino nos vamos de este ningún lugar.
En
algún buen momento una chica empieza a caminar de la mano conmigo y confirma mi
posición: “Mirar en vez de hablar va mucho mejor”. Con ella la comunicación con
gestos, muecas, bailoteo de ojos y algunos “sube y baja” de cejas es precisa, la
misma que con mis tres anteriores aliados. Yo dije: “Esto es lo que he estado
buscando”.
Porque
el destino quería cosas más grandes para ambos, separamos rumbos. Un instante
después yo acudo por los consejos de la infinita tristeza.
Yo:
Tristeza, tú, infinita continua, inclina mi camino cuesta arriba, más de lo
acostumbrado, ¿quieres?
Tristeza:
¿Cual Marcahuasi estaría bien?
Yo:
Perfecto.
Tristeza:
Qué placer verte de nuevo.
Y
yo me dediqué a subir los cerros a pie y con lluvias y de noche (como alguna
vez lo hice. No es recomendable). Tiempo, vasos de alcohol, personas conocidas
y por conocer ayudan a equilibrar el andar y el cerro se vuelve estepa.
Entonces,
encontré “sin querer” una palabra poderosa que cobraba significado de repente. Acostumbrada
a pasar fugaz no la tuve presente hasta el momento de esa extraña e intangible estabilidad.
Algo significativo acababa de hallar. Pero, qué genio, no era esa comunicación silenciosa,
esquiva a la mayoría en lo que había depositado mis esfuerzos, NO.
Equilibrio:
¿Cómo se llama esta historia?
Yo:
Perder el tiempo, segunda parte.
Equilibrio: No es tiempo perdido si obtienes
un encuentro merecido.
Yo:
¿Es así?
Equilibrio:
Tal cual, Miguel. Mucho gusto.
Yo:
Bienvenido.
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