Introducing San Francisco History of the Tower of London Grand Central Station Visitors Guide

viernes, 19 de septiembre de 2014

3D



Con una repentina dosis de energía empieza una semana de expectativas y retos. La sensación de auto superación se activa con el primer rayo de sol que ingresa por el amplio y antiguo ventanal de la sala, saluda imponente, alcanza e ilumina hasta los rincones más oscuros de mi ser.

Sol: Sin perder el tiempo has de levantarte que alguien existe para en el camino acompañarte.
Yo: Activado desde temprano es el mejor de los inicios… ¿Alguien me acompañará?
Sol: Los grandes retos son para los que pueden cumplirlos, y tú, es hora de que empieces a vivirlos.

Retomo el ejercicio que siempre me acompañó pero que, con el correr de los años, fui dedicándole menos tiempo hasta que lo volví un recuerdo. Es como si fuera uno de esos amigos que, porque vive muy lejos, lo visitas poco, casi nunca. Pero él sabe el aprecio que se le tiene así que no guarda resentimientos. Los que aún siguen resentidos son los músculos de mi cuerpo. Duelen como si nunca los hubiera usado, y hay unos que ni siquiera sabía que existían.

Llamas tú y el día mejora de forma repentina e inexplicable. No tiene que haber una razón especial para oírte, menos para verte. Ya quiero buscarte, caminar, conversarnos, abrazarnos, comentar, renegar, reir, soñar, vivir y que este día lunes, blue, termine siendo el mejor de todos y “no un lunes cualquiera”.

Y es así, cada paso que damos lleva una connotación más allá del camino físico que seguimos pisando mientras nos acercamos a algunos de estos cafés para pedirte uno y calentar tu cuerpo frágil, invadido por el frío que sin duda es un aliado para seducirte y una ocasión para abrigarte con el calor que llevo dentro, para ti.
Y digo más allá del camino físico porque nuestro destino común es el equilibrio mental en el que trabajamos juntos, el futuro tangible al que nos dirigimos, con todos los tropiezos que son parte de esta vida, que están presentes para los que se atreven a vivir sus sueños, se hagan más fuertes aún y sigan creyendo, como yo creo en ti, tú en mí y ambos en nosotros mismos.

Si antes queríamos estar unidos siempre, ahora hay un motivo que siempre nos unirá, la razón para ser más felices de lo que somos y hemos sido. Una razón que se convirtió en dos y ahora son tres formando un trípode estable, sólido. Un nuevo camino por construir, algo nuevo por vivir como un todo.

Ahora todo cambia, sin embargo, todo sigue siendo igual. Una revolución interna que ha ido creciendo y mueve todo lo que se puede tocar, y lo que no. Me mueve a mí. Tú me mueves a mí. Yo te muevo a ti. Y ahora TÚ nos mueves a nosotros. Son mi razón y mis ganas. Son mis sueños y mis días. Son lo que hay y lo que está por venir. El motivo extraviado, la parte de mi todo.

Te quiero decir siempre que siempre te quiero. Que nos merecemos todo lo que soñamos, todo lo que queremos. Y si nos tenemos es porque lo queremos y lo merecemos. Sigamos soñando para seguir viviendo aquí, allá. Juntos los tres.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Comunicación No Verbal



Comunicarse con una persona exclusivamente con los ojos no es muy común de experimentar, y justamente por lo mismo, es algo realmente grandioso. Es saber qué está pensando esa otra persona cuando cruzan miradas. El feedback del mensaje enviado y codificado retorna por el mismo canal y de la misma manera,  sensorialmente. El nivel de entendimiento de ambas personas es cuasi absoluto en la mayoría de casos y situaciones.
Mi hermano Christiano es un ejemplo, juntos resolvemos problemas sin emitir  palabra alguna. Miradas certeras y un timing perfecto da solución a situaciones incómodas o de tensión o de policías y aeropuertos. Sin importar el idioma que se hable salimos ganadores.
“El fede”, más que primo, hermano. Compañero de aventuras, socio cósmico silencioso, cómplice infaltable de escritos, frases y cuentos fantásticos. Llegar a un acuerdo solo con miradas fugaces es un hobbie que practicamos seguido, acompañados de un piano vecino que colma de música cada ocasión.
K. Prima, hermana, amiga y enlazadora de mundos. Juntos tenemos una capacidad exquisita para intuir lo que sucede a nuestro alrededor. Donde nos encontremos, bastan unos instantes para decidir si nos vamos a ningún otro lugar y resolvemos el apuro con vino o con vino nos vamos de este ningún lugar.
En algún buen momento una chica empieza a caminar de la mano conmigo y confirma mi posición: “Mirar en vez de hablar va mucho mejor”. Con ella la comunicación con gestos, muecas, bailoteo de ojos y algunos “sube y baja” de cejas es precisa, la misma que con mis tres anteriores aliados. Yo dije: “Esto es lo que he estado buscando”.
Porque el destino quería cosas más grandes para ambos, separamos rumbos. Un instante después yo acudo por los consejos de la infinita tristeza.
Yo: Tristeza, tú, infinita continua, inclina mi camino cuesta arriba, más de lo acostumbrado, ¿quieres?
Tristeza: ¿Cual Marcahuasi estaría bien?
Yo: Perfecto.
Tristeza: Qué placer verte de nuevo.
Y yo me dediqué a subir los cerros a pie y con lluvias y de noche (como alguna vez lo hice. No es recomendable). Tiempo, vasos de alcohol, personas conocidas y por conocer ayudan a equilibrar el andar y el cerro se vuelve estepa.
Entonces, encontré “sin querer” una palabra poderosa que cobraba significado de repente. Acostumbrada a pasar fugaz no la tuve presente hasta el momento de esa extraña e intangible estabilidad. Algo significativo acababa de hallar. Pero, qué genio, no era esa comunicación silenciosa, esquiva a la mayoría en lo que había depositado mis esfuerzos, NO.
Equilibrio: ¿Cómo se llama esta historia?
Yo: Perder el tiempo, segunda parte.
Equilibrio: No es tiempo perdido si obtienes un encuentro merecido.
Yo: ¿Es así?
Equilibrio: Tal cual, Miguel. Mucho gusto.
      Yo: Bienvenido.

martes, 9 de septiembre de 2014

AequilibriuM



Hola, mi nombre es Miguel y tengo un dilema, no soy mudo pero no hablo. Siempre encuentro un lugar al cual voltear  y distraerme para no expresar lo que acontece en mi interior, así la situación sea apremiante. Nunca pensé que fuera un inconveniente hasta que, después de tanto repetirme lo mismo, me di cuenta que sí, es un rompecabezas que no solo juego yo, si no, los que más me quieren, y hay que completarlo para bien de todos.
Era el año 95. Frescos recuerdos de lo que fue el mundial en Estados Unidos que terminó con un Brasil tetracampeón. Me pasé el primer año de secundaria en el María Reina queriendo jugar fútbol y descuidando los cursos. Qué niño juega por la selección de su colegio obteniendo un gran semáforo en rojo como libreta de notas, nadie. Pues yo no lo sabía y si me lo dijeron, no escuché.
Repetí primero de secundaria y, así como ingresé a un colegio nuevo para cursar primero de nuevo, también ingresé a la psicóloga. Una vez a la semana con una señora re-buena gente que no hablaba mucho –al igual que yo- pero tenía una mirada tranquila, pacífica o al menos así la recuerdo. Fácil estaba re-loca, con la mirada perdida la tía pero siento que, gracias a ella, empezó una especie de quest que irá tomando forma de a pocos con el transcurrir de los años. No tengo muchos recuerdos de lo que hablábamos, si es qué, pues, como repito, ninguno tenía una personalidad como que “oficialmente extrovertida” y pasábamos varios silencios juntos.
Debido a esos silencios inoportunos una vez mi madre le pidió “ayuda” a una tía para que me lleve a pasear y me descifre. Ella se pasó de linda, me compró zapatillas, caminamos, paseamos, helados comimos y al final del día me devolvió a casa. Sé que la pasamos genial,  y también sé que no cumplió su cometido porque mucho no dije, estoy seguro.
Recuerdo que a la oficina de la psicóloga yo llegaba en un Hyundai Accent del 94 de color blanco conducido por Jorge, el chofer de papapa Chalo, un moreno grande con una sonrisa aún más grande que él, buenísima onda, decía que había jugado fútbol profesional, yo le creía porque dominaba el balón que daba miedo. Era tan cercano a la familia que me llevaba al estadio a ver la Copa Libertadores y nos divertíamos con todo, excelente persona Jorge.
Al entrar al departamento lo primero que  hacía la señora era sacar una gran caja llena de juguetes, colores, cuadernos, etc. “Coge lo que quieras” me decía y yo rebuscaba y rebuscaba y me cansaba de rebuscar. Hasta que un día, por motivos de fiestas navideñas, junté unas témperas con unos palitos de madera –como los de los helados- un poco de cola y un pedazo de cartón donde fusionarlo todo. Formé un arbolito de navidad con los palillos, dibujé una línea vertical justo en la mitad para dividir el árbol, utilicé dos colores de témperas para pintarlo, un lado verde y el otro rojo, dibujé una estrella en lo alto para el toque final.
El resultado que arrojó el dibujo fue tan claro como las conclusiones de la psicóloga: “Uno, el chico no habla pero sabe comunicarse y dos, está en búsqueda de equilibrio”. Fue en ese momento –sin yo bien saberlo- que empezó mi búsqueda.

lunes, 17 de febrero de 2014

El deporte más hermoso del mundo


Un peruano de 16 años aproximadamente apodado “el Cich” viaja a Monterrey, Mexico para participar de un campeonato Internacional de fútbol de menores, era julio del año 97.
En un partido contra un equipo local este chico iba a dejar huella no por su habilidad futbolística sino por la que dejaron sus chimpunes en la espalda de un rival. Un sol radiante calentaba las canchas de fútbol y sofocaba las arengas de los aficionados que se dieron cita para alentar a sus equipos.
Empieza el encuentro y la situación se mide pareja para ambos conjuntos hasta la mitad del juego. Un ataque a la deriva lleva el balón a puertas del arco nacional. El habilidoso volante diestro sale jugando por su banda tras pase de brazos del arquero para empezar un contra golpe mortífero que les enseñaría a esos mexicanos chingasusmadres de qué estaban hecho los peruanos visitantes.
Proyectándose a toda marcha, Cich elude al primer rival con una singular gambeta. El segundo contrincante corre con la misma suerte, es evadido con una doble bicicleta que bien dominaba la tenía por ver tantos vídeos de Diego Armando Maradona, su héroe de toda la vida. Con la pelota bien pegada al pie y a la línea lateral del gramado enfrenta al tercer oponente, un lujoso caño bastó para avergonzar no solo a éste si no a varios mexicanos del equipo, quienes se creyeron superiores desde antes de empezar el cotejo, y no podían creer lo que sucedía frente a sus ojos. ¡No para hasta el gol! Pensamos en unanimidad. Nos equivocamos.
El lío empezó, pues, porque, al ver que una sola persona se llevaba a medio equipo local en vivo y en directo, el cuarto adversario –y peor aún- capitán del equipo mexicano, arrebató el esférico de los pies del peruano con un empujón desleal por detrás. Una falta clara y evidente. Una falta en cualquier parte del mundo y en cualquier idioma. Una falta inexistente para el réferi.
La reacción furiosa e instantánea del perucho de corazón, movido por una cólera que tomó color al instante, y una sed exquisita de revancha, claro, fue arremeter contra el azteca clavándole una patada voladora con ambas plantas de los pies en la espalda llevándolo de cara fuera del campo.
Como resultado de la patada karateca del Cich hubo una roja directa y  expulsión automática del juego, como era de suponer. También se presentaron unas ganas tremendas, por parte de ambos equipos, de coger a este peruano faltoso y hacerle comer sus toperoles de aluminio, uno por uno, ahí mismo. Sí, todos juntos como hermanos, peruanos y mexicanos unidos para regalarle tremenda golpiza al chico este que dominaba el estilo para aventar huachas como Román Riquelme y lanzar patadones a discreción cual Van Dame.

Al final no pasó a mayores y nadie salió herido de gravedad. El chico quedó con las huellas del patadón en la espalda, ahora es médico cirujano. En cuanto al Cich, a pesar de tener una habilidad indiscutible para las artes marciales, siguió jugando por la banda derecha, cometiendo en cada juego una que otra falta no tan peligrosa como la que regaló en México. Y es que el fútbol es lo que más le apasiona. Y es que no puede vivir lejos del fútbol. Y es que el fútbol es el deporte más hermoso del mundo.

jueves, 30 de enero de 2014

Saturday Night Live


El evento principal, una noche de sábado en vivo y un concierto de artistas reconocidos que vuelven al Perú para ofrecernos una velada inolvidable de música salsa. Mi evento principal, ella. Tenía que ser todo perfecto, pues así le gusta, que me ocupe de todo. Y lo tuve tal cual, calculado al máximo.

Yo no dije nada en todo el día, fue sorpresa siempre. Eso también le gusta, y mucho, sorpresas. GRACIAS FÁTIMA. Llegamos al renovado Estadio Nacional, ingresamos a paso de tortuga por una no tan larga cola mientras le comentaba de qué se trataba la misteriosa sorpresa. Ella me miraba con gesto desconcertado pero me seguía el juego como el amigo inseparable que confía en los próximos pasos de su compañero, su secuaz, su chico. Los grupos iban pasando por el escenario, de repente ella me mira y dice: "báilame". Yo, entre desconcertado y sorprendido por el pedido fugaz, emprendí la marcha certera hacia el camino zigzagueante de la salsa con clase. No me detuve a pensar si fallaba en algún paso, porque de bailador seductor salsero estoy re lejos y los errores de combinación entre pies los iba a cometer; ni tampoco porque quedaba poco tiempo pues el concierto tenía para rato y estaba en su mejor momento; si no porque esa sonrisa natural con la cual se dirigió hacia mí iluminaba más que todo el estrado principal -con artistas incluidos- y no quería cambiar el emisor del mensaje.

Pensarán, qué mejor que el propio Rubén Blades en vivo cantándonos a todos los peruanos y haciendo de esa noche algo inolvidable como sorpresa. Bueno, en efecto, yo también pensé y sigo pensando lo mismo, qué mejor que el inigualable Rubén Blades tocando a metros de distancia, derrochando maestría y guiando el camino musical para que la sonrisa única de mi chica me llegue directo. Cerré los ojos, me pegué a ella, la agarré con el brazo derecho la cintura y con el izquierdo su mano suave y bailé como nunca antes bailé. El evento principal fue un éxito; y el mío, qué puedo decir, fue la mejor noche de sábado en vivo que he tenido.

miércoles, 28 de agosto de 2013

¡Faul!


Luego de una magistral gambeta la defensa no tuvo más que cometerle una falta dentro del área a Victoria Soledad. La número 10. La goleadora del equipo. El árbitro cobra penal. Ella espera el pitazo de éste parada frente al balón. Es el lugar más solitario del planeta, piensa. Es ahí donde ve pasar su vida delante de sus ojos. Recuerda el trípode del fotógrafo de mamá, por alguna razón le hacía pensar en la torre Eiffel y  ya quería jugar en Europa. Recuerda también el peluquero del barrio donde iba cada dos semanas exactamente a realizarse los cortes de cabello de los jugadores profesionales más guapos. Es el minuto 90. Es la final de la liga. Es el gol que las llevaría, por primera vez en la historia del club, a primera división. (Lucha Libro 2013)

jueves, 4 de abril de 2013

Sueño / Realidad



Esa noche Christian no pudo dormir. Había tenido un largo día de trabajo repartido entre cigarrillos, periódicos de ayer y cientos de kilómetros acumulados por viajar a toda velocidad por la InterState 75, la principal autopista del Condado de BritchTown, un alejado pueblo al sureste de Miami y donde yace su nueva morada desde hace apenas dos meses.
Una vez más la sensación del vacío explotó desde sus adentros en medio de un sueño muy extraño, haciéndolo sentir totalmente dominado por una energía fantasma y tenebrosa que parecía invadir su atmósfera más íntima, despojándolo de cualquier posibilidad de abrir los ojos para escapar de aquella situación incontrolable. Su cuerpo palpitaba por dentro como efecto de la agitación que se iba expandiendo dentro de ese mundo inconsciente del cual no podía despertar.
A pies de un bosque inmenso y rodeado por tiniebla, Christian levanta la mirada para buscar la luz solar y encontrar una fuerza amiga que lo guíe por el oscuro sendero, un suelo lleno de hojas muertas, tan tiesas y puntiagudas como vidrios rotos depositados deliberadamente para causar dolor al que deambule sin rumbo por estos lares.
Sin entender por qué está descalzo se decide a emprender rumbo, frunce el ceño, se arma de valor y vence su miedo al dolor pisando las hojas de apariencia cortopunzante pero que  causan solo cosquillas en la planta de los pies pues se hacen polvo apenas las toca. “Nada es lo que aparenta” -dice- y la confianza perdida, con apariencia de un rayo de sol penetrando la selva, lo encuentra y lo calienta internamente.
Siguiendo el eco de una voz que le resulta familiar, a Christian lo invade una pena que lo frena, que lo hace dudar, que lo  limita. “No tiene ningún sentido esto” piensa en voz alta y se deja llevar por una fuerza sobrenatural que lo recuesta sobre las fornidas raíces de un árbol amigo. “Déjame dormir a tus pies y calma esta angustia que me recorre y me roba la motivación de volver a mi lugar con mis queridos”. El gigante de madera lo envuelve en sus brazos, lo pone de pie y le dice “este no es tu final” y le da a Christian el impulso necesario para no perder la fe, ni el rumbo.
Al darse cuenta que el pantano al que había llegado lo cubría por completo pensó en dejar de andar, dejarse seducir por el cansancio, dejar de combatir. “Muchos son los obstáculos, muchos los contra y poca la ayuda y nada de motivación”, puntualizó. Se empezó a hundir como si estuviera en arenas movedizas, las aguas lodosas le cubrieron las piernas, luego llegó a la cintura, luego al pecho, cerró los ojos botando el último aliento para sumergirse y no retornar más. Un brazo llega, lo coge por los hombros, lo impulsa hacia la superficie y escucha: “¡Vamos! es hora de levantarte y seguir conquistando el mundo”. Era su hermano que, sin saber, lo salvaba una vez más.
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